EL RECHAZO
Sentados en una gran mesa, un sábado por la noche, mientras todos ríen, hablan, celebran, beben, de pronto te preguntas el porqué de tu participación en esta reunión.
El mundo exterior se hace lejano, y ves dentro de tí, es como salir de tu cuerpo y verte desde fuera. No hay nada divertido, ni interesante, no son amigos íntimos, ni colegas de trabajo, no te gustan las bromas y la comida es , francamente mala.
Te preguntas de pronto qué es lo que te une a todas estas personas, y en vez de permitirte indagar y encontrar respuestas, te obligas a dejar de pensar, y pides otra ronda.
Arrastramos desde la creación del ser humano la necesidad de estar en grupo, para poder sobrevivir. Es memoria en nuestro ADN, colectiva, ancestral.
Entonces, nos creemos que estamos obligados a reír con chistes sexistas, no deseamos ser expulsados del grupo, asentimos al bullying aunque nos carcome por dentro. Creamos un infierno en nuestro interior. Sentimos un miedo profundo a liberarnos, a separarnos del grupo, a ser fieles a nosotros mismos.
El tiempo pasa, y vamos creando una imagen exterior, la modelamos para pertenecer al grupo, nos vestimos, peinamos, y educamos para esconder nuestros pensamientos y nuestros valores, seguimos, y seguimos, y seguimos.
Ya no estamos en el paleolítico, ya no necesitamos complacer al grupo, podemos ser valientes y expresarnos, en eso consisten nuestros derechos asertivos.
El mundo de la noche nos aturde, el alcohol nos adormece, no necesitamos pensar, ni crecer, ni responder ante nuestra propia conciencia.
Ahora, la pregunta es hasta cuándo podrás aguantar esta mentira, esta doble vida, esta traición a tí mismo, antes de romperte.
